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Foto del escritorDra Patricia Montull

Soy cirujano, pero hoy me operan a mi!


Qué fácil es operar y qué difícil es ser el operado.

Soy cirujana desde hace 20 años, con gran experiencia en la cirugía mamaria. Pero con ninguna experiencia a ser la paciente de esta misma cirugía.


Hoy me someto a la cirugía de recambio de implantes mamarios. Un colega y amigo es hoy mi cirujano. Me pongo en la piel de mis pacientes, y no pierdo detalle desde la noche anterior.


Como en toda cirugía es muy importante el ayuno de por lo menos 7 horas. La noche anterior me tomo una cena ligera, pero no me quedo con hambre. Como estaba relativamente nerviosa, antes de dormir me tomé medio Diazepam de 5mg, suficiente para relajarme mientras me quedé dormida viendo la tele.


A la mañana siguiente me desperté con tiempo, me duché absteniéndome de aplicar ninguna crema corporal, ni perfume ni maquillaje. Las uñas no las llevo nunca pintadas ( puesto que por mi profesión no puedo) , pero es importante no aplicar pintauñas en las manos ( las uñas de los pies pueden estar perfectamente pintadas).


El día de la cirugía es imprescindible dejar en casa todo organizado. Cuando eres madre de dos pequeñajos hay que tener en cuenta todo lo que concierne a ellos. Cuando regresemos a casa no podremos hacer nuestra rutina como cada día y la organización previa es fundamental.


Mi pareja me acompaña a la Clínica, se agradece su compañía tranquilizadora y su conversación distraída. Llegamos a la puerta principal y nos dirigimos a Admisiones donde entrego el DNI y presento la documentación que no he presentado con anterioridad (consentimiento de anestesia, consentimiento de la cirugía, analítica,...).


Una chica agradable nos acompaña a la habitación.

Paseo por el pasillo de un gran Hospital con habitaciones tal vez un poco anticuadas para mi gusto. Personalmente me agrada más la clínica donde yo suelo operar a mis pacientes, una clínica más familiar, más pequeña, pero con un trato más personal y directo.


Una vez en la habitación me pongo la bata de papel, el gorro, los peucos y las braguitas desechables.

Sé que todo ese horroroso disfraz es por una cuestión importante de higiene y prevención de infecciones, pero no puedo evitar sentirme ridícula , como supongo se siente todo el mundo.


Milagrosamente me viene a buscar el camillero muy puntual. Maravillosa puntualidad!

Qué importante es en ese preciso momento.

Para mis adentros me siento orgullosa pues yo presumo de ser puntual con mis pacientes.


Ya en quirófano me encuentro con mi compañero y amigo, el cirujano en quién hoy yo deposito mi confianza.


También me saluda cariñosamente la Dra. anestesista, que conozco desde hace años ( las ventajas de ser cirujano…).


Solo un pequeñísimo pinchazo en la mano y la anestesia general produce su implacable efecto.

No recuerdo nada hasta que ya estoy en reanimación, hablando deshinibidamente de mis cosas, la mayoría sin sentido. No tengo dolor, quizás un poco de frío, inevitable.

Tengo el sujetador y la banda puestos, me siento protegida.


De vuelta a la habitación me reencuentro con mi pareja, qué ilusión.

Está tranquilo ya que el dr. ya habló con él de que todo había ido bien.

Nos cogemos de la mano y nos aburrimos unas horas...y digo nos aburrimos pues después de una intervención no eres la compañía ideal. Pero el tiempo pasa y llega la hora de irse. Me retiran la vía, me entregan el informe de alta con la pauta de medicación a seguir.


Me visto. Y nos vamos de nuevo a casa. Todo pasó.

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