En la práctica hospitalaria los médicos usamos un placebo casi a diario.
El Efecto Placebo es un efecto psicológico causado por la sugestión.
La explicación científica para este fenómeno es la estimulación del córtex prefrontal y la amígdala cerebral que influyen en la percepción de la salud, comprobada en la resonancia magnética funcional.
En los pacientes más receptivos al uso de placebos se activaba la producción de dopamina, un neurotransmisor responsable de la creación de los sentimientos placenteros y de la felicidad.
Por eso las personas afectadas de Alzheimer no experimentan efecto placebo debido a la pérdida de sustancia gris en el córtex prefrontal, lo que conlleva a una pérdida de la capacidad de tener expectativas.
Para que el efecto placebo se consiga es importante la profesionalidad y la sensación de competencia que proyecta quien lo administra: los médicos conseguimos más efecto placebo que la vecina del cuarto. También es importante la presentación: los placebos de apariencia más cara y más elaborada tienden a ser más efectivos. Por ejemplo, una pastilla de azúcar es más efectiva como placebo si tiene forma de cápsula que si tiene forma de terrón. La edad también es un factor clave: los niños son más proclives a experimentar efecto placebo que los adultos.
Pero existe también el efecto contrario, se llama Efecto Nocebo cuando el paciente sufre un empeoramiento o un efecto secundario debido a la aplicación de un tratamiento o un placebo, siendo este inexplicable por el medicamento.
Este efecto es menos frecuente y puede ser explicado por los mismos mecanismos de expectativa cuando se espera que un síntoma negativo vaya a ocurrir. Un ejemplo de ello es la aparición de síntomas secundarios que los pacientes han visto en un prospecto a pesar de que a nivel biológico no existen amenazas.
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