En dos ocasiones durante mi profesión he vivido dos casos insólitos.
El primero el de una adolescente que acudía a urgencias repetidas veces porque presentaba sangre en la orina.
Tras infinitas pruebas y exploraciones averiguamos que su madre, cuando ayudaba a su hija a recoger la muestra vertía en secreto unas gotas de su propia sangre en el bote de orina.
El segundo un niño de 7 años que presentaba una herida infectada en la rodilla que no mejoraba pese a la multitud de tratamientos hasta que averiguamos que su madre le infectaba la herida repetidamente con sus heces.
El síndrome de Munchausen es un trastorno mental en el que una persona induce una enfermedad, inventando síntomas falsos o provocando síntomas reales, en otra persona para que enferme y esté bajo su cuidado.
El 75% de los casos involucran a una madre y su hijo, por lo que se considera una forma de maltrato infantil.
El síndrome de Munchausen debe su nombre al de un aristócrata alemán, el barón Munchausen, que se hizo famoso por contar historias increíbles sobre sus hazañas que nunca le habían sucedido realmente.
Es un trastorno de difícil diagnóstico que los médicos especialistas sospechamos cuando después de muchas exploraciones nos damos cuenta que los síntomas sólo aparecen cuando el cuidador está presente y el niño afectado no responde a la medicación u otro tratamiento.
El cuidador no parece preocupado por la salud del niño, a pesar de estar muy atento y anima al personal médico a realizar pruebas y procedimientos intrusivos o dolorosos para el niño.
Ejemplos realmente asombrosos de lo que pueden hacer algunas madres con esta enfermedad son a parte de manipular los resultados de las pruebas, puede retener intencionalmente los nutrientes del niño para insinuar que no puede aumentar de peso, o usar productos químicos para irritar la piel, envenenar con medicamentos inadecuados y no prescritos provocando vómitos o diarreas, calentar los termómetros para insinuar la presencia de fiebre e incluso asfixiar al niño para inducir la inconsciencia.
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